Juventud Revolucionaria del Ecuador
  Documentos del IX Congreso
 

 

 

Somos revolucionarios,

luchamos por la patria nueva y el socialismo


Introducción

En América Latina vivimos un nuevo momento político, distinto al que caracterizó a la región hasta hace poco tiempo. Tras años de lucha de los pueblos y la juventud, de las organizaciones populares y de los partidos y movimientos de izquierda en contra de gobiernos antipopulares de corte neoliberal y pro imperialistas, se está produciendo un cambio en la correlación de fuerzas sociales y políticas, fenómeno manifestado en el crecimiento de una tendencia democrática, progresista y de izquierda que inclusive ha puesto gobiernos progresistas en algunos países y, por otro lado, se expresa también en la pérdida de espacios de la derecha que, en algunos casos, está arrinconada.

 

La presencia de jefes de Estado como Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa es el resultado de ese combate de los pueblos por alcanzar el cambio y poner fin a tres décadas de neoliberalismo en las que el hambre, el desempleo y la pobreza crecieron; y esos mismos pueblos esperan que ese cambio se materialice, se concrete en cada uno de los aspectos de la vida y se profundice atendiendo los requerimientos de quienes más lo necesitan, cuestión que no se puede hacer sin afectar los privilegios de las clases dominantes.

 

Tal situación expresa el desarrollo de la conciencia de los trabajadores, de los pueblos en general y de la juventud. Éstos van comprendiendo que los enemigos del progreso y bienestar social son las clases explotadoras y el imperialismo, que el origen de los males de la sociedad se encuentra en la existencia del actual sistema capitalista y que, para superar esa situación es necesario poner fin a este sistema de explotación. En la búsqueda del cambio, poco a poco los pueblos comprenden que el socialismo es la alternativa, aunque no es menos cierto que, en amplios sectores de la población no existe una idea cabal y certera de los que es el socialismo.

 

El Ecuador no escapa a esa realidad; más aún, nuestro pueblo con su accionar ha contribuido a los cambios político-sociales producidos en el continente y, por supuesto, a los acaecidos en nuestro propio país. Aquí la tendencia democrática, progresista y de izquierda gana posiciones; en los dos últimos procesos electorales presidenciales triunfó, así como en el referéndum pro Asamblea Constituyente y en la consulta aprobatoria de la actual Constitución; en las elecciones de abril de 2009 la izquierda revolucionaria experimentó un importante crecimiento.

 

Rafael Correa y su ‘revolución ciudadana’

 

La instauración del gobierno de Rafael Correa solo puede explicarse como resultado de la lucha de los pueblos del Ecuador por alcanzar el cambio; es fruto de ese combate y no un azar en el devenir político. Sintonizado con los anhelos de cambio, Correa maneja un discurso izquierdista que habla de revolución, de socialismo, de acabar con los privilegios de los ricos –a los que califica de pelucones-, de atender a los más pobres, de otorgar derechos democráticos y políticos a todos, de establecer un nuevo tipo de democracia. Todo eso lo resume en lo que denomina como ‘revolución ciudadana’.

 

La propuesta política del Presidente Correa no es revolucionaria. La reivindicación de la ‘ciudadanía’ es una vieja bandera levantada por la burguesía liberal hace muchos años atrás, bajo el criterio de que la igualdad ante la ley equivale a conseguir la equidad social. Desde fines del siglo XVI la democracia burguesa se organizó bajo ese postulado y la humanidad entera conoce sus resultados: vivimos en un mundo en el que todas las Constituciones reconocen esa igualdad ante la ley, pero la diferencia entre pobres y ricos es enorme.

 

La igualdad ante la ley, en la vida real es una ficción. ¿Acaso los jóvenes de los sectores populares tenemos las misma oportunidades que los hijos o familiares de Álvaro Noboa, o de los dueños de bancos y fábricas? Por supuesto que no, pero ante la ley ‘somos iguales’.

 

Cuando nos hablan de ‘revolución ciudadana’ nos proponen como objetivo central conquistar derechos como al trabajo, a la educación, a la salud, al deporte y recreación y cuantos derechos uno pueda imaginarse. Pero la pregunta es si acaso esos no estaban ya escritos en leyes y constituciones anteriores… Claro que lo estaban, pero la gran mayoría no pudimos disfrutarlos.

 

Ahora la Constitución nos habla del Sumak Kawsay (Buen Vivir), sin embargo los sueldos y salarios se encuentran congelados y no alcanzan para cubrir el costo total de vivienda, vestido, salud, educación, alimentación, transporte y todo lo que se necesita para vivir… aunque sea a medias. Entendemos como parte del Buen Vivir tener derecho a expresarnos libremente, sin embargo el gobierno ha reprimido cuando luchamos por el carné estudiantil, cuando los universitarios rechazan un Ley de Educación Superior antidemocrática, cuando los maestros defienden su estabilidad en el trabajo o cuando los trabajadores exigen se respete el derecho a la libre organización.

 

Para el Presidente Correa la actual Constitución es la base fundamental para llevar adelante el cambio, sin embargo no son pocas las ocasiones que, motivado por su autoritarismo, ha violentado algunos de los preceptos constitucionales.

Ese constitucionalismo de Correa no puede conducir al país hacia el socialismo. ‘El Estado por el que el movimiento PAIS aboga se circunscribe a los límites del típico Estado liberal burgués fuerte, eficiente… alejado de lo que es un auténtico estado socialista que tiene como punto medular la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción, como condición para alcanzar la igualdad social’. La actual Constitución del Ecuador, por más democrática y progresista que sea, no deja de ser una Constitución que regula el funcionamiento de un Estado capitalista, de manera que el constitucionalismo de Correa no hace más que preservar el actual sistema de explotación.

En los hechos, como ha ocurrido siempre, los principios democráticos que constan en la Constitución vienen siendo violentados por Correa, la Asamblea Nacional, a través de una serie de medidas autoritarias y represivas, por medio de decretos presidenciales, acuerdos ministeriales y leyes que contradicen abiertamente los derechos y normas constitucionales. El constitucionalismo de Correa se amplía o se estrecha conforme los intereses de grupo, de los empresarios y monopolios imperialistas.

¿Revolución ciudadana o revolución social?

El proyecto político que Rafael Correa impulsa es de tinte desarrollista, tiene elementos de reformismo, pero no es un proyecto revolucionario y menos de naturaleza socialista.

 

Efectivamente, ha atendido algunas necesidades de sectores empobrecidos otorgándoles subsidios, bonos, kits agropecuarios, regalando focos ahorradores o en algunas escuelas útiles escolares y uniformes. Ese asistencialismo unido a la fogosidad de un discurso izquierdista lo convierte también en un personaje con dosis populistas que aprovecha las necesidades de las masas para crear una base social que lo apoye.

 

A partir de ese asistencialismo Correa ha elevado su figura personal y él mismo considera que juega un papel casi mesiánico, de salvador de los pueblos del Ecuador, en una visión típicamente burguesa que subestima el papel fundamental que juegan los pueblos en los procesos de transformación social.

 

Hasta ahora, a parte de la confiscación de los bienes del grupo Isaías, la ‘revolución ciudadana’ no ha afectado los intereses fundamentales de los banqueros, empresarios, grades importadores y exportadores, empresas transnacionales (y lo que es peor, no se mira que se lo vaya a hacer); las estructuras del sistema capitalista se mantienen intactas; varias leyes aprobadas –como en ningún otro gobierno- han propinado muy duros golpes a los trabajadores y al derecho a la organización popular. ‘Las organizaciones sociales y la protesta popular han sido estigmatizadas como manifestaciones del pasado. Ciertamente se ha dado al pueblo el derecho a sufragar varias ocasiones en estos dos años, pero se niega el derecho de criticar, sugerir propuestas y acciones para que el gobierno las asuma y, más aún, se veta el derecho de cuestionar las raíces de la desigualdad social. Quien pone estos puntos en el tapete, rápidamente es calificado de izquierdista infantil’.

 

Como revolucionarios, como luchadores antioligárquicos y antiimperialistas decidimos apoyar al gobierno de Rafael Correa por el contenido democrático de su propuesta, por la resistencia mostrada frente a aspectos de la política impulsada por los Estados Unidos en la región y porque es fruto de la lucha del pueblo por alcanzar el cabio; sin embargo, siempre advertimos que no se trataba de un gobierno revolucionario y que, en el mejor de los casos, si Correa avanzaba políticamente, en Ecuador podían producirse cambios progresistas y democráticos y no socialistas, pues, para construir el socialismo es necesario que la clase obrera conquiste el poder e inicie la construcción de una sociedad radicalmente distinta a la actual.

 

La ‘revolución ciudadana’ no es equivalente a una revolución social, es un movimiento distractivo que busca alejar a los trabajadores y a la juventud de la lucha por conquistar la verdadera liberación social y nacional. Inclusive, los elementos democratizadores que se esperaban con la gestión gubernamental se esfuman cuando se aprecia un quiebre a la derecha en la gestión del Presidente Rafael Correa.

 

La revolución social es el cambio radical de las estructuras de una sociedad, es un proceso social, cultural, económico, político y militar en el que participan millones de seres de manera voluntaria y en función de sus intereses y los de la sociedad; es un salto a un estadio superior del desarrollo social; toda revolución destruye la vieja estructura e implanta una nueva, diferente a la anterior. En el capitalismo, la revolución social del proletariado es la única que pone fin a este sistema de explotación y solo con el socialismo es posible negar el régimen burgués. ‘La misión de la revolución socialista no consiste en cambiar las formas de explotación, sino en acabar totalmente con la explotación del hombre por el hombre, iniciando el paso de la sociedad divida en clases a la sociedad sin clases’.

 

Luchamos por la Patria Nueva y el Socialismo

 

El objetivo central del combate que los militantes de la Juventud libramos en la actualidad es conquistar la patria nueva y el socialismo, es transformar radicalmente al país.

 

La patria nueva es un Ecuador independiente, soberano, en el que sus habitantes decidamos con democracia y libertad los destinos del país y no estemos sometidos a la injerencia, el control y chantaje de potencias imperialistas y de empresas transnacionales.

 

La patria nueva equivale a un país plenamente desarrollado, en el que los conocimientos tecnológicos y científicos sirvan para atender las necesidades y el progreso de los pueblos, y no sean instrumento de dominación y sometimiento.

 

La patria nueva es un Ecuador en el que los recursos naturales (agua, petróleo, minerales, recursos de mar, bosques, etc.) sean racionalmente explotados y aprovechados por los ecuatorianos y no por empresas extranjeras o burgueses criollos al servicio del imperialismo, como ocurre en la actualidad.

 

La patria nueva es un país con carreteras y caminos óptimos en todas las provincias y cantones; con redes modernas de comunicación (teléfono, internet, tv) al alcance de todos.

 

La patria nueva es construir un Ecuador en el que todos los pueblos que en él habitamos (mestizos, indígenas, negros) tengamos igualdad de derechos y oportunidades, se respeten y se promuevan sus manifestaciones culturales en igualdad de condiciones, en el que la interculturalidad sea una realidad.

 

El socialismo es la sociedad de los trabajadores, en la que éstos tienen el poder en sus manos, son la clase dirigente de la sociedad para construir una sociedad de igualdad, en la que van desapareciendo las clases sociales, se elimine la propiedad privada sobre las fábricas, haciendas, bancos, empresas, etc.

 

En el socialismo se elimina de manera definitiva la explotación del hombre por el hombre, es la sociedad de la fraternidad, donde todos tienen el deber y el derecho de trabajar y gozar de los frutos de su labor. En el socialismo el trabajo no es expresión de opresión y esclavitud, es manifestación de la dignidad de todos los seres humanos. El que trabaja produce y construye, ‘el que no trabaja no come’.

 

En el socialismo la educación y la salud son verdaderamente gratuitas y están al alcance de todos; el trabajo está garantizado para todos al igual que la seguridad social.

 

Solo el socialismo libera definitivamente a la mujer y ésta, al fin, conocerá una vida sin discriminación.

 

El socialismo instaura un régimen de auténtica participación democrática de las masas, en el que éstas deciden los destinos del país, promueve ampliamente la organización social a todo nivel: en fábricas, colegios, barrios, cantones, etc.

 

El socialismo garantiza todos los elementos materiales y espirituales para el desarrollo multilateral del ser humano.

 

Crear las condiciones para el triunfo de la revolución

 

Conquistar la patria nueva y el socialismo no es una tarea sencilla, pues, poderosas fuerzas internas y externas se oponen con tenacidad. Además, no depende únicamente de la voluntad de quienes luchamos por su triunfo, hay factores de diversa índole que actúan en su favor o en contra.

 

En primer lugar, debemos tener presente que la revolución social del proletariado no es un movimiento que se produce de manera espontánea o se desenvuelve en una sola gran batalla política de las masas. La revolución es un proceso de participación política organizada de los trabajadores, la juventud y el pueblo, que debe cubrir objetivos y metas a mediano y largo plazo y que se propone resolver definitivamente la inequidad social. En este proceso corresponde a la clase obrera el rol de organizar y estar al frente de la lucha de todos los explotados por la conquista del poder y al partido revolucionario del proletariado el alto honor y la responsabilidad de orientar, educar y dirigir la lucha revolucionaria de las masas.

 

Condición básica para el triunfo de la revolución es la participación consciente de las masas en este proceso. Si los trabajadores, la juventud y el pueblo en general carecen de conciencia revolucionaria, sus luchas en el mejor de los casos se orientarán a la consecución de reivindicaciones materiales circunstanciales o momentáneas, pero no entenderán la necesidad de luchar por la conquista del poder para acabar con el capitalismo y construir la sociedad de los trabajadores, el socialismo. Dotar de conciencia socialista a la juventud es tarea fundamental para la JRE.

 

Así mismo, es fundamental el desarrollo de la organización popular, pero sobre todo la organización política de las masas en torno de los postulados revolucionarios del marxismo leninismo. Sin el papel de la teoría revolucionaria no puede desarrollarse un movimiento político revolucionario, y en este sentido la Juventud Revolucionaria del Ecuador juega un papel fundamental, como instrumento para la concientización y la organización revolucionaria de la juventud ecuatoriana.

 

Pero sobre todo el más alto nivel de organización política de la clase obrera se expresa en el Partido Comunista, que cumple el papel de vanguardia de la revolución. En nuestro país el Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador es esa vanguardia ideológica, política y organizativa de la revolución ecuatoriana, la JRE lo reconoce como tal y asume como suyos sus lineamientos políticos y objetivos estratégicos.

 

Evidentemente, las posibilidades de un mayor desarrollo de la conciencia y organización política de las masas (denominadas condiciones subjetivas de la revolución) están en correspondencia con las circunstancias objetivas en las que se desenvuelve la sociedad. La crisis, el desempleo, la pobreza, los bajos salarios, etc. presentan condiciones materiales favorables para que las masas sientan la necesidad de luchar y para que los revolucionarios agitemos nuestros puntos de vista en su interior y ganarlas para el combate por la patria nueva y el socialismo.

 

En nuestro país tanto las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución van madurando y desarrollándose, de manera que hablar de la posibilidad del triunfo de la revolución no es un sueño ni simplemente una aspiración; es una posibilidad cierta que en buena medida ahora depende de cuán bien trabajemos los revolucionarios para su éxito.

 

La contribución que en la actualidad puede dar la JRE para la transformación de la sociedad es trabajar por la construcción y desarrollo de un movimiento juvenil revolucionario de masas, que sea parte de ese gran movimiento de masas revolucionario que lucha por la conquista del poder.

 

 

Juventud Revolucionaria del Ecuador

IX Congreso Nacional

 

 
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